Un poquito de sensibilidad

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Queríamos hacer una sencilla reflexión sobre parte, al menos, de lo observado en la mañana de esta pasada Jornada de Trabajo, con un grupo estupendo de personas, o, mejor dicho, con el grupo de estupendas personas que se han animado a compartir un segundo día de curso de adiestramiento de perros de pastor.  ¿”Adiestramiento” hemos dicho?…¡bueno!…antes de “entrar” en “técnicas de adiestramiento”, nuestra impresión general es que tendríamos que mostrarnos más “cuidadosos” con los perros, más “delicados” en su manejo, relacionarnos con ellos más atentos a los efectos que nuestra forma de hacerlo, tiene en su comportamiento, en su actitud hacia/para con nosotros y, por extensión, hacia/para/con su entorno. Si bien ha sido el precioso cachorro de un joven y atento ganadero nuestra matutina inspiración, no son los ganaderos el único grupo de personas que incurre en lo que vamos a comentar. Nuestra experiencia de observación de muchos años, nos lleva a la conclusión de que, en general, somos, para empezar, muy extremistas en nuestro trato con los perros.

Así, cuando los perros son cachorros, nos excedemos en justificar, en consentir, en buscar su agrado, en reír sus gracias, en consentir (¿lo habíamos dicho ya?), en ceder, en interpretar y aceptar como un juego, hacia nosotros y hacia todo su entorno, su simpático y divertido comportamiento de cachorro, permitiéndole a través de todos esos mecanismos, desarrollar los que, en parte, serán hábitos inconvenientes o problemáticos de su futuro con nosotros. No sabemos la razón. No, al menos, si la ternura que emana de una cría de mamífero, en sí, no se puede considerar suficiente. Lo curioso es que esta dinámica y sus consecuencias no es “patrimonio” de ningún ámbito, pues es compartida, por igual, por ganaderos, bomberos, panaderos, profesores de universidad, comerciantes, economistas, taberneros, jardineros, impresores, educadores caninos, psicólogos, médicos, futbolistas, decoradores, filósofos, libreros, maestros, fruteros, policías, artistas, políticos, etc…

Todo muy “guay”, muy “free”, muy “tierno” y muy “positivo”, para después, con lógicos y nulos resultados muchas veces, irnos al otro extremo. Al de ejercer una pretendida autoridad mal aplicada, inoportuna o desmedida, sin licencia y sin argumentos, ante los pobres perros que, con el paso del tiempo, siguen sin entender nada…haciendo nada más que lo que se les han enseñado pueden hacer, en una muestra más de su marcado (por el momento) instinto de supervivencia junto a nosotros. Dinámica igualmente compartida en nuestra Sociedad por ganaderos, bomberos, panaderos, perreros, profesores de universidad, comerciantes, economistas, taberneros, jardineros, impresores, educadores caninos, psicólogos, médicos, futbolistas, decoradores, filósofos, libreros, maestros, fruteros, policías, artistas, políticos, etc…

Así, sorprendentemente, pasamos del “ji-ji-ji”, “ja-ja”, “¡qué monada!”, “¡je-je!”…al “heeeeeeeere!!!”, “¡¡¡ven aquíííííí!!!”, “etoooooorrrrri hona!!!”…y, eso, sin enfadarnos. Cuando llega la impotencia y la frustración en forma de enfado, entonces, las “escarpias”, que ya no pelos, no encuentran otro estado posible, derivando en el miedo de no entender nada de nada, por parte de aquel al que “comíamos los mocos” cuando fue un inocente cachorrito. En ambos casos, la “pedrada” es nuestra…no de “ellos”. Ellos son animales, “nada más”…(¡y nada menos!)

Cuando hablamos de la sensibilidad de una raza determinada, cuando hablamos de la sensibilidad de un perro, cuando hablamos de los perros y de su manejo, solemos pasar por alto o nos olvidamos de la gran sensibilidad que hay que tener para, en todos los sentidos que se te ocurran, “acercarnos” a ellos. Porque, para un perro, no sólo para un cachorro, resulta tan inoportuno, inexplicable e intimidatorio, un brusco, aunque involuntario, tirón de correa, por falta de “delicadeza”, como una “conversación” (perdón, “monólogo”) cara a cara, con sus estúpidas subidas y bajadas de entonación e insistentes caricias y palmaditas incluidas en el pack. En Yeleen, por experiencia, creemos que la respuesta a ese anhelado punto de equilibrio, con seguridad, está en su “simple” pero cuidada y constante observación. Algo de muy “difícil” acceso, cuando no miramos más que el reloj y cuando lo único que queremos, si es posible en apuntes, son las “técnicas milagrosas” (si la denominación es inglesa, mejor todavía…), para poder manejar la terminología, que no los perros, como nadie. Sin embargo, en Yeleen, creemos que los perros se merecen “mucho más”.

Si queremos “acercarnos” a los perros, sean de la raza que sean, sea en la disciplina que sea, sea en el ámbito que sea, debemos cargarnos de la sensibilidad necesaria para no confundir a nuestros queridos compañeros de aventuras. Y, en su defecto, aprender sobre y de ellos, la única manera de empezar a entenderles. La única manera de entenderles y de que nos entiendan, por ese orden. La única y, aunque sea, sintácticamente hablando, imposible, la mejor. Queríamos decirlo. Muchas gracias a tod@s los que os habéis acercado hoy a Yeleen, sois gente estupenda, de verdad…¿esto también lo habíamos dicho?…¡nos vemos en dos semanas!…¡y muchas gracias a ti también por tu interés y por tu tiempo!…

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